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Interrogatorio materno.

     11:30 de la mañana. Entro a mi casa y mi madre me sorprende con esta frase: “¿Tienes algún ligue allá abajo?”. Ante semejante frase, experimento por unos segundos lo que es ser Cartaya, y me trabo. Para salir del paso empleo el mecanismo universal para salir adelante en situaciones comprometidas, que es negarlo todo, y acto seguido le pregunto el porqué de esa sorprendente pregunta. Lo peor es que su respuesta me sorprendió aún más: “Es que ahora te arreglas más”.

     ¿Ahora me arreglo más? ¿Cómo llega mi madre a semejante conclusión? Joder, esta mañana planché la camisa porque estaba hecha un asco, pero de ahí a que me arregle más… Fíjense lo sorprendido que me quedé que después de que me dijera eso dejé mis cosas en mi habitación y me miré al espejo. Vaqueros y camisa. Uniformado, como siempre. Puede que ahora combine los colores, cosa que antes me daba igual. Así que no me arreglo más que antes. Además, hace tiempo que no me pongo los pantalones de vestir con raya diplomática (supongo que estarán arrimados por alguna parte).

     Después de destrabarme, volví a mi habitación a dejar unas cosas. Al rato veo a mi madre asomarse a la puerta, así que me acojoné pensando en la siguiente pregunta que me haría (¿te estás tirando a alguien?).

     Afortunadamente, sólo entró para decirme que mi tía no vendría a comer. Eso suponía que no tendría que aguantar a su marido. Como han adivinado, me refiero a mi tía la que se casó el otro día y en cuya boda me lo pasé “tan bien”. Tras semejante noticia, sentí un alivio interior similar al de aquellos que usan Hemoal (que conste que yo no uso eso, yo sufro de otras cosas, pero de eso no), y solté un comentario parecido a “mejor, un gorrón menos”, a lo que ella contestó “¿Y eso a que viene?”.

     Amiguitos y amiguitas, mi familia es más rara que un perro verde. Para los que no lo sepan, la inmensa mayoría de la familia de mi madre vive en Güimar, ciudad conocida por la extracción de áridos, por su polígono industrial (aunque ahora se lo quieren endosar a Arafo) y por el badén de su subida de montaña. ¿Cuántas veces, que recuerde yo, hemos ido a visitarlos? Sopotocientos millones. ¿Cuántas veces han venido a vernos a nosotros? Creo que no más de 10. Así que, cuando me dicen que alguno de ellos viene a comer, pregunto por la causa de tan milagroso acontecimiento, y miren ustedes por donde la respuesta no me sorprende. En la mayoría de los casos tiene que hacer gestiones por aquí, y como les pilla de paso pues vienen de visita.

     Ja, ja y ja. ¡Y una polla! Éstos se piensan que uno es tonto. En realidad vienen a comer, y sólo a comer, porque están toda la mañana haciendo gestiones y no les da la gana de irse para Güimar y hacer el almuerzo. Así que como comer en un restaurante es caro, hacen memoria y recuerdan que tienen familia en La Laguna, curiosamente cerca de donde se encuentran.

     Al final pasé de explicarle a mi madre lo del gorrón, porque seguro que si se lo digo me desahucia o se divorcia de mí.

     Eso sí, ante tanta pregunta de mi madre me di cuenta de una cosa: cuando mis padres están melosos, mi madre habla hasta por los codos.

     Chris (Caballero Oscuro arreglado)

 

     El que no lo veas no significa que no esté ahí.

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