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blogbusterdechris

Cosas imposibles en la vida.

     Hola de nuevo. Aquí estoy, fiel a la cita de casi cada día. ¿De qué toca hablar hoy? Pues hoy toca hablar de… las cosas imposibles.

     Imposible darte de baja de algo a través del teléfono.

     Es un hecho. Para darte de alta son todo facilidades (vamos, que si el o la operador@ está en el baño usa el papel del water para apuntar tus datos). Pero cuando llega el momento de querer acabar con una “relación contractual” (que se vean los años estudiando Derecho) aquello se hace más difícil que intentar ponerte los calzoncillos con los pantalones ya puestos.

     Imaginemos que te vas a dar de baja de algún servicio (por ejemplo, del ADSL). Coges tu móvil y llamas al número de atención al cliente para decirles, con otras palabras, que el mamoneo se va a acabar. Después de superar las primeras trabas lingüísticas, porque lo más seguro es que te atienda un venezolano, un argentino o un moro (¡morid infieles!), el tipo te pasa a la sección de altas y bajas. Le sueltas todo el rollo al de esa sección, y te pasa a la sección de bajas propiamente dichas. El tío o tía que te atiende, que generalmente está de mala hostia, te pide hasta el pedigrí, para luego pasarte a un compañero porque él tiene que tramitar tu baja (lo más seguro es que vaya a cagar o a echarse un café). A partir de ahí te pasan con tantas personas que pierdes la cuenta. Que si te pasan con el departamento de clientes insatisfechos, con el de mantenimiento que andaba por allí cambiando un bombillo, con el que pidió el comodín de la llamada en “¿Quiere ser millonario?”, con la sección de tallas grandes… hasta que oyes que te llaman por el fijo. Lo coges y… ¡acabas hablando contigo mismo!

     Al final acabas colgando sin saber si tu petición se ha tramitado, y optas por ir a la tienda para darte de baja, no sin antes arrancar los cables del router y reventarlo contra el suelo.

     Imposible enamorarse una vez en tu vida de la persona que menos te convenía.

     Imagínate. Conoces a alguien, y sientes algo especial. Tu corazón se acelera cuando la ves (o lo ves), sales con él o con ella, y acaban siendo algo. Todo “muy potito” para  ti pero… ¿acaso le has preguntado a ella o a él? Porque a lo mejor tu corazón “te explota te explota te expló” (para aquellos niños y niñas que no tengan ni idea de lo que acabo de escribir, es una canción de Raffaela Carrá), y en cambio el de la otra persona está más frío que el de Raikkonen (bueno, el de él más que frío es soso). Tú le dices “te quiero” y te responde “te quiero…”, y a lo mejor esos puntos suspensivos son en realidad “te quiero para que me compres cosas caras, me lleves a sitios pijos, me pagues las copas y para tener sexo cuando no me ando tirando a algun@ por ahí”.

     Por fin se te cae la venda de los ojos y ves la realidad. Acaban rompiendo, y tú te arrastras como gusano buscando una manzana donde meterse. Piensas “seguro que está igual”. Pobre de ti. Al cruzar la calle la ves morreándose con otro en una cafetería.

     Imposible no haber hecho el ridículo delante de mucha gente.

     Haré como en Bricomanía. La lista de materiales para realizarlo se limita a 2 cosas: te necesitas a ti mismo y a un grupo de gente. Da igual donde estés, lo más seguro es que hagas algo y la gente empiece a partirse la caja. Tú medio sonríes y te preguntas si se están riendo contigo o si se están riendo de ti. Amigo, se están riendo de ti, pero eso no es lo peor, seguirás siendo objeto de burla durante mucho tiempo hasta que alguno haga algo que supere lo tuyo.

     Pero cuando haces el ridículo en la calle compruebas una cosa: lo insolidaria que es la gente. En la calle sólo puedes hacer el ridículo de 2 formas: o “besando” una farola o pegándotela en el suelo. La segunda es más espectacular, porque generalmente cuando caes el tiempo parece que pasa más despacio y te sientes como en Matrix. Pues una vez que tu cuerpo toca tierra firme, dolorido, con una gran sensación de haber hecho en ridículo, observas las reacciones del “público”. Lo general es que traten de ocultar la risa poniéndose la mano en la boca. Otros se dan la vuelta. Y sólo una persona se medio apiada de ti, y te pregunta si te diste mientras procura aguantar la risa. Algún día ellos también caerán.

     Imposible que no sepas diferenciar a una tía buena de una chica bonita.

     Lo más seguro es que muchos sepan diferenciarlas. Pero este blog, además de ser concebido para divertimento general, también nació con espíritu educativo y docente. Así que sugiero que esta parte del artículo sea especialmente leída y comprendida por cierto Neardenthal Barrancolajero.

     Pongámonos en situación. Ves a una tía buena. ¿Y qué pasa? Nada. ¿Qué piensas en ese momento? Pues nada. ¿Por qué? Porque tu cerebro no carbura bien debido a que toda la sangre se haya concentrada en un punto determinado de tu cuerpo. Pero como quedaba algo de sangre en los dedos de las manos, esa misma sangre hace que tu cerebro funcione al 5% de sus posibilidades, haciendo que te imagines con la tía buena en todas las posturas y posiciones posibles: que si boca abajo, por detrás, que si un medio tirabuzón con picado hacia atrás, etc.

     Ahora pongámonos que ves a una chica bonita. ¿Qué pasa? Lo primero que te viene al cerebro (que se haya con todo el torrente sanguíneo a su disposición) es “¡Diosss! o “¡Alaaaa!”. Éstos 2 términos nunca pueden ser mezclados en la misma frase por motivos religiosos  (el que quiera cogerlo que lo coja jijiji). Lo segundo que ocurrirá es que seguramente no podrás quitarle el ojo de encima, porque te preguntarás cómo coño puede existir algo tan bonito en este mundo (sin contarte a ti, claro está). Y acto seguido tu cerebro empezaría con los “cómo sería”: ¿Cómo sería hablar con ella? ¿Cómo sería salir con ella? ¿Cómo sería…? Y así un largo etcétera.

     Pues nada, después de la clase teórica, llegamos a la clase práctica. Pamela Anderson, cuando salía en Los Vigilantes de la Playa, era una tía buena (ahora ni que lo intente); Scarlett Johansson es una tía buena. Jessica Alba es una tía buena; la chica que me recueda a La Pija pero con más escote y MUCHO más buena es una tía buena (menos jugar a las cartas y más ir a clase, ludópata de los cojones); la chica canariona con la que mantuve aquella relación fogosa de 2 días era una chica bonita (ahora creo que es una tía buena); la chica protagonista de mi asalto táctico desayunil de ADE es una chica bonita.

     Conclusiones: tengo que salir más, porque en mi lista sólo tengo a una chica bonita jajaja.

     Chris.

     El que no lo veas no significa que no esté ahí.

2 comentarios

Lolo -

Que bueno tío.Veo que la experiencia que cogiste en el cole con la grabadora te ha servido de algo.Qué es eso de la chica bonita de ADE y el asalto?Ya tienes algo que contar.
Nos vemos en noviembre.

carty -

que ahora estas fumando, si quieres te consigo un poco de yerba, o chocolate...voy pa la plaza y lo consigo rapidito...