Ficción y realidad.
Que andamos por la vida más perdidos que Michael Knight en una convención sobre metrosexualidad es algo que nadie oculta. Uno intenta buscar algún tipo de guía, algo que le sirva de referencia para no andar tan perdido. Si eliges las situaciones del cine o de la televisión lo llevas claro.
A continuación expondré algunos casos que seguro que se han dado en la vida de todos, y compararé lo que ocurre en el cine con lo que realmente te ha ocurrido (mejor dicho, me ha ocurrido).
La conversación con papá.
Es uno de los recursos más utilizados. El padre toca en la puerta de la habitación del hijo, que está sentado en su escritorio estudiando, entra y se sienta en la cama, y con una voz de “aquí domino la situación”, llama al hijo para que se siente a su lado y le dice “Tom, ha llegado el momento de que hablemos de hombre a hombre”. Y allí se establece un diálogo que ni los sofistas hubieran hecho.
Si comparas esa situación con la realidad, te das cuenta de que hay 2 grandes mentiras. Primero, tú no estarías estudiando en la habitación, estarías jugando a fútbol o viendo la tele. Segundo, tu padre nunca tocaría en la puerta. El entraría por allí pa´ dentro como Pedro por su casa (que para algo la está pagando) y miraría lo que estás haciendo.
Mi conversación se produjo en el coche, mientras me llevaba al colegio. Me preguntó “¿Sabes lo que tienes que hacer con una chica?”. Yo le respondí “¡Ños papá!”. Y allí se quedó. Mi conversación con mi padre sobre el sexo será recordada como una conversación entre besugos.
La graduación.
Otra de las situaciones típicas. Según el cine, el ser humano nace, crece, se gradúa, se casa, tiene chiquillos y muere (a algunos también les da tiempo a salvar al mundo). La graduación allí es como nuestra Primera Comunión. Las chicas se compran trajes y se ponen monas, los chicos se afeitan por primera vez y demás cosas por el estilo. Antes de ir al evento, los padres sacan fotos a diestro y siniestro, mientras le dicen al graduado que ese es su día.
Llegan al instituto, concretamente al gimnasio, y allí se les entrega el diploma. Después de que el último suba a buscar su diploma, sube el alumno más aventajado de la promoción a dar un discurso, mientras es fotografiado por la cámara de su madre y observado por su novia, que tiene cara de “esta noche me vas a desvirgar”.
Después de que la gente aplauda como una descosida, se van de fiesta. Fiesta que suele ser en el mismo gimnasio. Momento en que todos bailan y algunos se despiden, porque al día siguiente tienen que coger un avión para irse a vivir con su padre a Alaska.
Y luego llegas y te topas con tu graduación. Las chicas van como si fueran a salir de marcha el sábado, y los chicos igual. Mi graduación no se celebró en el gimnasio, sino en el salón de actos. Si algo por algo es conocido el salón de actos del I.E.S San Benito (antes I.B.), es por las columnas. Aquello está plagado de columnas; tiene más columnas que El Partenón, así que andas medio acojonado por si te topas con Hércules. Tus padres se sientan en las mismas sillas en las que tú meses atrás has escrito “Chris estuvo aquí 06/05/00” (eso sí, si tuvieron suerte, porque sino tocaba ver el evento desde General de pie). Se acerca el momento, pronuncian tu nombre y sales entre los aplausos. Te entregan una mierda de orla, y encima tienes que darle la mano o darle 2 besos a algunos de los cabrones que han estado dándote por culo durante 4 años.
Sale un alumno a dar un discurso. No se trata del alumno más aventajado de la promoción, sino de un repetidor que ha estado allí 3 años. Por fin sales de allí, y llamas a tu padre para que te suba a la fiesta, que es en Nooctua. Allí te despides a tu modo de la gente que se va fuera (espero no verte en tu puta vida, mamón).
La universidad.
En las pelis las universidades parecen ciudades. Enormes, con grandes extensiones de césped, edificios ultramodernos y gente fashion. Lo primero que hacen los novatos es meterse en una fraternidad, ya sea Alfa Beta Gamma o Pi Beta Alfa. Si no estás en una fraternidad no eres nadie, y menos podrás ir a las fiestas que se organicen allí. La gente conduce cochazos, y todas las tías son rubias de 1.75.
Por fin eres universitario. Llegas a Guajarvard y compruebas que aquello no se parece en nada a lo que has visto por las películas. Entras a Derecho, y le preguntas al primero que ves donde está Pi Beta Alfa. Te mira raro. Le preguntas donde están las fraternidades, y te mira ahora con cara de estreñido. Después de quedarse un rato pensativo, te manda al aula que está al lado de la biblioteca, y te dice que allí estarían encantados de que fueras uno de ellos. Pues te diriges contentísimo al aula donde aquel fulano te mandó. Tocas en la puerta. No sale nadie. Vuelves a tocar. Tampoco hay suerte. Te pones a mirar por si hay algún timbre, pero en lugar de eso te encuentras con un cartel que hace que salgas corriendo de allí. Ese aula es el local de ensayo de la tuna.
Sales al aparcamiento. Ningún cochazo. Además compruebas que los aparcamientos están hechos para un Smart metido con calzador. No hay rubias de 1.75. Son las mismas tías que estudiaron contigo en el instituto, pero con el ego más subido.
Las fiestas universitarias.
En el mundo del celuloide, las fiestas universitarias se celebran en la casa de la fraternidad o en la casa del hijo puta más rico del campus. Generalmente las fiestas suelen tener una temática: pueden ser hawaianas, de romanos, de Halloween, etc. A las fiestas acude la gente más cool, mientras que la chica fea se queda en casa llorando porque el guaperas de turno no la invitó.
Y luego te topas con la realidad. Aquí las fiestas se suelen hacer en los bares, generalmente en el Depende (al menos en la facultad). Pongamos que vas a una para mezclarte con la gente. ¿Qué te encuentras? Pues a nadie conocido. Ves a mucha gente, pero ningún rostro familiar. Alguien te empuja. Lo miras y lo reconoces. Es el buitre que antes estaba en el Tempo, pero como no pilló cacho decidió cambiar de bar por si antes de que acabe la noche podría llevarse a alguna al huerto. Te das la vuelta, y ves a 2 kinkis que le están pidiendo al dj que ponga algo de regueatton. Alguien te toca por la espalda. Piensas que puede ser alguien conocido, así que practicas tu cara de sorpresa (¡Hola! ¿ Tú por aquí?). Pero tu gozo en un pozo. Es la china de las rosas preguntándote si quieres comprarle algo (¿Vendes tarrinas de dvd?). Resumiendo: ambiente 100% universitario.
Te haces mayor.
Uno de los temas a los que más se recurre en las series de televisión es el intento de los padres por pasar algo de tiempo con sus hijos cuando estos crecen. La madre recurre a lo típico: “Lindsay, podríamos ir de compras el sábado”. Mientras el padre recurre a experiencias mucho más fortalecedoras de los vínculos con su hijo: “Tom, deberíamos irnos de pesca”. Por lo general los hijos pasan del asunto, pero la mala conciencia que se les queda hace que al final realicen esas actividades con sus padres.
Los padres del mundo real intentan deshacerse de uno a la mínima oportunidad, al menos en mi caso. Cuando uno tenía 10 años, mi padre me daba dinero y me decía “Toma, para que te vayas al cine. Toma un poco más por si te vas luego a merendar. Y toma más dinero por si luego vas al salón recreativo”. Sólo le faltó darme dinero para que me comprara un piso. Uno pensaba “que padre más enrollado tengo”, hasta que va y mete la pata. “No te preocupes por la hora de llegada, si vas a tardar llama”. ¿Qué no me preocupe por la hora de llegada? ¡Tío, tengo 10 años! ¿O acaso tengo que llamar para que no os pille a ti y a mamá por sorpresa?
Pues te haces mayor, y entre las clases, el trabajo y los amigos, notas como pasas poco tiempo con tus padres. Así que pones en marcha tu cerebro a ver cómo puedes pasar un rato con ellos (que buen hijo soy).
Segunda quincena de agosto. Servidor está de vacaciones. Días antes había ido con mi cuñado a ver “El caballero oscuro”. Se me encendió la bombilla, y pensé que sería buena idea invitar a mis padres a ver la película y luego salir a echarnos algo. Una vez perfeccionado el plan (muérete de envidia, Scotfield, a mi no me hace falta tatuarme nada), fui al salón y le conté mi idea. Veamos las reacciones.
Mi madre: “¿Al cine? Que va, ahí ponen la película muy alta, y seguro que hay tiros y explosiones. Vete con tu padre”.
Mi padre: Aún estoy esperando a que conteste.
Chris.
El que no lo veas no significa que no esté ahí.
2 comentarios
darkschneider -
Y es que si hay algo que el ser humano siempre ha deseado o ansiado conocer es cómo funciona la mente de un padre o de una madre, obviamente junto con el misterio que entraña el funcionamiento de la mente de una mujer, aunque esto último creo que jamás será desvelado.
Y desde luego, la visión de la realidad que nos venden las series y películas para nada se asemeja con la que vivimos los de a pie, con lo cual la decepción que se siente al comprobarlo es de apaga y vámonos.
Sólo nos queda seguir leyendo tu blog para que, al menos, podamos asumir esa cruel realidad con mayor facilidad y entre risas (al menos en mi caso).
Como siempre, sigue así. Espero muy pronto una nueva entrega de tu blog.
Salu2
Wally -
Parece una critica de cine, pero el argumento lo merece. Cínico, real, de fácil lectura, ácido y entretenido, sin duda lo mejor que he leido en este blog y es mucho decir. Felicidades cabrón
PD: Que sepas que te estoy haciendo publicidad del blog. Abramos las puertas más allá de guajarvart. Pa lo que hay que ver...