Recuerdos de Cafetería (1ª parte)
Día 30 de septiembre. Llevamos una semana de clase. Aquí el que suscribe ha ido poco, porque la doble vida de estudiante por la mañana y trabajador por la tarde me agota las pilas (menos mal que deseché la idea de combatir el crimen por la noche; seguro que me encontrarían durmiendo en algún portal, y encima llevando mallas o los calzoncillos por fuera). Y cuando bajo da la casualidad que ese día…¿No tengo clase? ¿De ninguna asignatura? ¿Cómo puede ser eso? ¡Quiero hablar con el responsable!
Los días como hoy, cuando no hay nada que hacer porque no tienes ni idea de cuándo serán los exámenes y demás, están hechos para una sola cosa: para hacer bulto. Tú te mezclas por ahí como buitre en el Tempo y a verlas venir, a ver que pasa (tampoco esperes que pase gran cosa). Pero dado que aquí el presente se levantó a las 6:30 am, se acicaló, y bajó a Guajarvard, tenía que hacer algo. Y ese algo era pensar.
En la cafetería de Económicas empecé a recordar cómo eran las cosas no hace mucho tiempo y cómo son ahora. Algunas cosas han cambiado, otras permanecen igual, y otras han desaparecido (¿volverán a casa por Navidad como el turrón?). Tampoco es que me pusiera a pensar mucho, porque yo hasta las 10 de la mañana no soy persona o algo que se le parezca, pero si recuerdo algunas.
La primera es que antes no me costaba nada madrugar. Sonaba el despertador, me arreglaba, bajaba a la facultad y volvía a desayunar (el desayuno es la comida más importante del día, así que hay que repetirlo). En el trayecto iba con mi MP3 escuchando a Linkin Park dando saltos. Se puede decir que era una persona contenta.
Pero ahora… joder, ahora no me levantan ni con la grúa de la obra de al lado. Suena el despertador, y mi cerebro le transmite un mensaje a los músculos: ni se les ocurra moverse. Después de hacerme el remolón conmigo mismo voy al baño y me enfrento a la gran duda, la pregunta trascendental: ¿me afeito hoy? Antes me afeitaba todos los días, pero ahora, por mucha Philipshave, mucha Gillete con vibración y mucha crema con aloe anti irritación y anti su madre, el afeitado es algo que si puedes evitarlo lo haces. Y si te llaman guarro les dices que a tu madre se le pegó el guiso en la vitrocerámica y necesitaba despegarlo con algo, y tú como buen hijo te dejaste los pelacos para tenerla contenta y mantener higiénica la cocina (una barba de 3 días raspa más que una lija).
Una vez me ducho, desayuno y cojo mis bártulos, empieza la travesía. Travesía que los viernes se pone algo interesante, porque puede que veas a algún trasnochador que aún sigue de fiesta (recuerda, para él o ella aún es jueves). Pero por lo general la travesía se realiza en un estado de zombie total, en el que no me entero de nada (ya puede estar una pedazo de piva diciéndome que quiere que sea el padre de sus hijos que soy como un niño autista). Y ya puedo oír a Linkin Park, a Limp Bizkit, a Styles of Beyond o a los Monjes Gregorianos que no hay manera de animarme. Ahora los saltos se sustituyen por maniobras evasivas para esquivar al tranvía.
Una vez llego a Económicas, me dirijo a la cafetería (paso de ir a la de Derecho porque algunos de los que trabajan ahí tienen memoria a muy corto plazo). Entro por allí pa´ dentro como Pedro por mi casa y busco “aparcamiento”. Una vez buscado, me siento y descanso mis pobres pies. Pero claro, la cosa no se acaba ahí. Una vez estoy sentado, descansando mis pies y con mi “culo” plantado en la silla (si, pongo culo entre comillas, si alguien me lo ha visto por ahí que me lo mande o me diga dónde está, que paso a buscarlo), los aromas a café, a napolitana y a 212 de Carolina “Jerrera”, hacen que mi cerebro, que aún está mandando mensajes a los músculos para que no se levanten de la cama, cambie de táctica y mande un nuevo mensaje: chacho, consume algo.
Mi menú matutino anterior se basaba en café con leche. Siempre café con leche. Se me conocía como el chico del café con leche (o coffee with milk man, por si hay algún guiri leyendo). A veces iba acompañado de algún sándwich mixto (en Económicas también se conocen como rebanada de pan de molde un poco caliente o sándwich albino... ¡Maestro, deje eso al fuego más tiempo!). Pero ahora Dios me ha hecho un hombre amante del peligro. ¿Qué son las 8 de la mañana y ya he desayunado en casa un buen tazón de leche con cereales? Pues nada, pido un bocadillo de mechada con un barraquito….o un croissant de pollo. Al rato me acuerdo de esa frase que dicen algunos, lo de que la Tierra nos está devolviendo todo lo que le hemos hecho. Pues a mi mi estómago me devuelve algunas horas más tarde el “regalito” que le hice como segundo desayuno.
Bueno, creo que me he extendido más de la cuenta, y se me quedaron muchas cosas en el tintero. Algunos pensarán que soy un simplón porque sólo recuerdo lo que desayunaba antes. Pues a esas personas les diré algo: más simplones son ustedes (o vosotros) que lo están leyendo jajajajaja.
Por cierto, he decidido crear un "premio". El premio es "El simplón de la semana", que como habrán adivinado, no tiene nada de bueno. Pues bien, esta semana el premio va dirigido a nuestra "Belén Esteban", ese personaje que andaba por ahí con La Pija (escribo "La Pija" en mayúsculas no por la relevancia o importancia del personaje, sino más bien por el tamaño del mismo). Y es que ver hace 2 años una felicitación en el periódico por parte de tus padres por haber acabado la carrera. y verte hace unos días matriculándote pues... chica, da mucho que pensar.
Prometo volver con más, y mejor.
Chris alias “Milhie”, también conocido como el Caballero Oscuro o el Chico sin Culo.
El que no lo veas no significa que no esté ahí.
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cartaya -