El maravilloso mundo de la atención al público
¡Feliz año amiguitos y amiguitas! ¿Cómo va eso? ¿Aún resacosos? Que pena que no pueda gritar por aquí para que les duela más la cabeza. Eso les pasa por borrachos. Pues antes de empezar quería felicitarles por el nuevo año, tanto a los que leen este blog como a los que no. De hecho, voy a aprovechar para desearles también a los que no lo leen que les den por el culo. Total, no me leen no se van a enterar de mi deseo…
Hoy me he planteado una nueva cuestión inquietante. Algo que no me deja dormir. Algo que me piden que haga en mi puesto de trabajo, y que la mayoría de la gente se pasa por el forro de sus caprichos cuando actúo como consumidor. Hablo de la atención al público.
Bien. Cuando empecé a trabajar en el Cuencos una de las cosas que más se remarcaron fue el trato al público. Debía ser exquisito (y yo con hambre). Poco menos que tenías que dibujar una enorme sonrisa en tu cara tipo sonrisa Colgate a todo elemento que entrara en la tienda. Pues nada, uno lo hacía lo mejor que podía, hasta que fui cogiendo experiencia en el maravilloso mundo de la sonrisa fingida. Tanta experiencia cogí que luego la apliqué en capítulos de mi vida, como en la boda de mi tía.
Pero… ¿qué te encuentras tú cuando acudes como cliente a una tienda? Generalmente te encuentras con unos caretos que no pueden ser descritos por servidor. Y ya no sólo las caras, sino también el trato en general. Veamos un ejemplo.
Aquí servidor se fue esta mañana de compras. Entre pitos y flautas me gaste unos 120€ en parte de los regalos de Reyes. Pues acudo a la caja a pagar. Veamos una reconstrucción de los hechos.
La cajera estaba buena (no tanto como Nariko ejem…) Deposito mis cosas en la cinta.
Yo: ¡Holaaaaaaaaaa! (saludo afectuoso, que estamos en Navidad coño).
Cajera: … (traduciendo, ni pío).
Pues la tía empieza a pasar las cosas. Que si tres películas, que si un soporte para portátil, que si un juego de DS…. Llega el momento del pago.
Cajera: 119.70
Saco la cartera y le doy 150€
Cajera: ¿No tienes 70 céntimos?
En ese momento, casi le doy la cartera. Joder, parecía que me estaba atracando. Menuda mala leche. Pues le doy los 70 céntimos de los cojones. Acto seguido me da el cambio junto con el ticket, y desaparece debajo de la caja como un buzo en una inmersión.
Yo: ¡Hasta luego!
Cajera: … (ni puto caso).
Pero no sólo en las tiendas pasa esto. Seguro que se han encontrado a ese chófer de la guagua tan “amable” que no te tira el cambio a la cara porque está ocupado dándole a los botoncitos para que se abran las puertas. Y luego ponen en la puerta por donde subes a la guagua un cartelito diciéndote que seas amable con el conductor. Manda huevos…
Chris (Caballero Oscuro con la cartera casi vacía)
El que no lo veas no significa que no esté ahí.
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