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Desmadre en la Ficull.

     El 31 de octubre de 2008 pasará a la historia por varios motivos. Pero por el que servidor lo recordará es por el desparrame vivido en la Ficull.

     Empecemos. Algunos se preguntarán qué coño es eso de la “Ficull”. Bien, la Ficull era la Fiesta de Inicio de Curso de la Universidad de La Laguna (de ahí su nombre). Algunos días antes la llamaban Ficullppa (Fiesta de Inicio de Curso de la Universidad de La Laguna Pasada Por Agua). Pero al final el tiempo nos respetó.

     Aprovechando que servidor empezaba sus vacaciones ese día, y que Cartaya cumplía años al día siguiente, se nos ocurrió celebrar la típica cena de todos los años ese día. Teniendo en cuenta la fiesta universitaria, las celebraciones de Halloween y el concierto de Extremoduro, La Laguna estaría a reventar esa noche.

     Empiezo a comentar lo de la cena. Al final sólo fuimos 3 personas: Johnny, Cartaya y yo. Marga, que es la hermana de Vicente, no podía ir porque trabajaba en el quiosco de Derecho en la fiesta. Vicente tenía ensayo con la banda y no podía ir tampoco, pero luego se pasaría por la fiesta. Fonte tenía que trabajar esa noche en “El Granero”. Y Yurena se puso mala.

     Quedamos a las 22:30 por fuera de “La Regadera”. Llegué el primero, y cuando miro para dentro del local veo que aquello era un guachinche de perritos calientes y bebidas. Miro por fuera y veo que sigue llamándose “La Regadera”. Entonces…¿qué coño hicieron con el restaurante? Pues tendríamos que buscar otro sitio para comer. Al rato apareció Cartaya, y más tarde Johnny.

     Después de deambular un rato buscando un sitio para comer, acabamos en “Il Colliseo”. Para aquellos que nunca han ido a ese restaurante, les diré que cuando entren no se pregunten sobre cómo será el servicio o cómo será la comida. Preocúpense por cuánto les van a clavar por el papeo. Dicho lo dicho, entramos al restaurante, decorado con motivos halloweenescos (eso espero, porque si los de sanidad ven esas telarañas les cierran el chiringuito). Allí hablamos, hicieron trucos de magia con nosotros, comimos, y llegamos a la conclusión de que los cuernos de la camarera eran de mentira, porque a ver quién tenía los cojones de ponerle los cuernos a la pedazo de piba. Y claro está, también nos clavaron.

     Siguiente destino: El Granero. De camino a la Ficull pasamos por allí a hacerle una visita a Fonte. Entramos por allí y vimos la típica decoración de Halloween, con los camareros todos pintorreados. Entre ese ambiente sombrío y tenebroso destacaba un stand de promoción de cigarros, con una tía vestida de verde fosforito que hacía que me dolieran los ojos. Fue una visita corta, porque Fonte estaba ocupado, y además a esa hora no había casi nadie allí.

     Y llegamos a la Ficull. Cartaya ya estaba medio contento sin necesidad de beber nada. Corrió como cervatillo por el monte buscando el quiosco de Derecho. Después de encontrarlo, medio saludamos a Marga, y acto seguido apareció Vicente.

     Primera situación curiosa de la noche. Imagínense por un momento que están allí. Todo el mundo de bailoteo, de risas, con sus copas en la mano, y Vicente por allí… ¡con un bocadillo! En ese momento Johnny y Cartaya estaban pidiendo algunas copichuelas, y como lo que había allí no era lo suficientemente fuerte, se fueron en busca de ginebra a otros quioscos.

     Pasan 10 minutos. Cartaya vuelve más contento de lo habitual. Porta en su mano un vaso con un sospechoso líquido rebajado con Fanta. Se pone a gritar “¡Acabo de ver al Chino Cudeiro”! ¡Acabo de ver al Chino Cudeiro!”. Se va y vuelve gritando “¡En el quiosco de los estudiantes demócratas! ¡Estudiantes demócratas! ¡Demócratas! Acto seguido Vicente y yo nos miramos y nos preguntamos qué cojones se había mandado Cartaya allí.

     Vuelve Johnny. Pide chupitos para Cartaya, Vicente y él. Piden más copas. Mientras ellos empiezan a estar colocados, yo experimento los efectos de la ingesta masiva de refrescos (o sea, que me pongo a eructar como un descosido). Mientras ellos piden me doy cuenta de que me arreglé en plan pijo para nada, porque allí hasta había gente en chándal.

     Pasan los minutos. Los 4 estábamos riendo y de cachondeo. El alcohol recorría los gaznates de Johnny y de Vicente, mientras que en el caso de Cartaya recorría su gaznate, sus manos, su ropa…

     Chiquitito fue a cambiarle el agua al canario. En vez de ocultase un poco, lo hace a escasos metros de una gente que estaba allí sentada. El pedo que llevaba encima hizo que se meara el pie. Cuando vuelve dice que una rama del árbol le meó encima.

     Son las 2 y pico. Éstos no podían con más. Cada vez que veía a Cartaya acercarse a mi, trataba de esquivarlo para que no me tirara la copa encima: a duras penas guardaba la verticalidad. Johnny se puso a hablar con un moro; lo único que oí fue “¿Qué no rezas? ¡Que cabrón!”. Cartaya hablaba con todo ser humano que tuviera tetas que pasara por delante de él. De todas ellas destacaría a la tal Natalia, una tía buena de Farmacia muy simpática.

     Del resto no voy a hablar, porque sería meterse en terrenos demasiado escabrosos, así que permanecerá en la memoria de los 4.

     Chris.

 

     El que no lo veas no significa que no esté ahí.

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